Saltando de un avión...

Hace mucho mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana… Vivía una senadora galáctica junto con su marido, un Maestro Jedi, sus jóvenes Padawans y un Ewok . La vida les sonreía, y sus preocupaciones eran las típicas, notas, amistades, educación…

Pero un aciago día, Padmé fue al médico pues tenía una opresión en el pecho que no le dejaba respirar; el Droide de cabecera no le dio mayor importancia achacándolo a una posible complicación con un catarro mal curado, pues ya se sabe, que las madres a veces, por muy senadoras galácticas sean, suelen olvidarse de sus males a favor de los catarros de sus hijos. y le mandó unas placas.

Y Padmé se hizo las placas y volvió a ir al Droide de cabecera, que observó una extraña mancha en el pulmón derecho, pero no le mandó más pruebas, asumió como error de la radiografía y comenzó a medicar a Padmé para lo que sería una bronquitis inexistente.

Tiempo después, y viendo que la cosa no mejoraba, Padmé volvió a hacerse otra placa, en la que se veía claramente una mancha SOBRE el pulmón y… ¿Qué hay delante del pulmón? Pues la mama. Y eso mismo debió pensar el Droide de cabecera porque a partir de ese momento todo fueron prisas y malas noticias.

Tiempo después, y tras varias operaciones, tratamientos de quimioterapia, algún que otro tratamiento experimental de ensayos clínicos y mucho sufrimiento Padmé se cansó de luchar. Bueno, para ser sinceros quién se cansó fue un cuerpo ultrajado y agotado por tanto veneno y tanto bisturí, porque Padmé no dejó de luchar por sus hijos ni un instante… aunque por su vida dejó de hacerlo unos meses antes de su muerte.

Cuando al volver de una de las ultimas revisiones, y con un resultado nada favorable se negó a volver a hablar del tema, cerró su corazón y sus pensamientos a murmullos ajenos, se convirtió en una inmutable roca en la que las olas chocan y chocan; no permitió ni un instante que sus hijos vieran una fisura en su coraza…

Unos meses después, Padmé se rompió la cabeza del fémur, y fue el principio del fin…
Hoy cuento esta historia porque no quiero dejar de recordar a esa gran mujer que lucho con uñas y dientes, hasta dejarse la piel contra una de las enfermedades que más aterran… pero también quiero dar un homenaje a aquel oncólogo que nos llevó de la mano desde el primer momento y que al comprobar que no había nada más que el pudiera hacer se le hizo un nudo en la garganta y fue incapaz de volver a mirar a la cara a Anakin… le había fallado.

Pero no falló, ni él, ni ninguno de los magníficos profesionales que estuvieron al quite, en su puesto, como las enfermeras que con paciencia y buen humor buscaban y rebuscaban una vena decente cada vez que se rompía una vía; o las auxiliares que no importaba la hora que fuese, para cambiar sábanas o mover a la paciente de la cama al sofá.

Y sobretodo, los voluntarios de la AECC, que cada mañana aparecían con una graaan sonrisa en la puerta y permitían unos minutos de desahogo para Padmé y un frugal desayuno para Leia….
En cierta ocasión, Padmé dijo que el cáncer era como saltar de un avión, que sólo le quedaba tirar de la anilla y esperar a que se abriera el paracaídas…

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